«LÁGRIMAS DE SAL»
(Relato con el que gané el I Premio de Microrrelatos del Encuentro de Escritores de Valencia.)
Mientras el Santa Ana de Santoña navegaba contra las aguas gallardas del Canal, yo me sentía más fascinado por la impertérrita figura de aquel hombre que se hallaba en el castillo de proa contemplando el infinito, que por la bravura de ese mar norteño que salpicaba la cubierta. Admiraba a aquel marino que llevaba el océano impreso en el rostro y el corazón henchido cual vela de navío. Jorge Juan volvía de Inglaterra tras perseguir el sueño de que la Armada española volviera a ocupar esa preminencia naval perdida años ha. Y yo le había seguido para continuar siendo testigo de sus andanzas por mares y océanos.

La tormenta azotaba el navío empapando sin misericordia a los tripulantes que trataban de mantener el rumbo enfrentándose a aquella vorágine de la naturaleza. Un servidor, al que la vida le había arrebatado todo cuanto tenía, se agarraba como podía a un mástil mientras contemplaba al gran hombre afianzar sus pies en cubierta sin soga ni pertrecho al que sujetarse. Su misión había sido un éxito y el plan estaba cumplido, pero no dejaba de notar esa melancolía que se extendía por el barco emanando de su estampa.
De pronto, contemplé cómo una solitaria lágrima descendía por el rostro del marino, dejando impresa una huella de sal en su recorrido, no sabiendo si surgía de sus ojos o de alguna salpicadura de ese mar bravío. No obstante, esa imagen me encogió el alma de tal manera que jamás la pude olvidar.
Años más tarde, cuando por fin cumplí el sueño de capitanear mi destino, aquella escena revivida en mi mente cientos de veces fue la que bautizó sin remedio a la hermosa nave que pronto comandaría: Lágrimas de sal. Un sincero homenaje hacia aquel hombre cuyo rumbo se fraguó en el mar.